Durante la Guerra Civil Española, la incertidumbre y el miedo se apoderaron de la población civil en muchas regiones de España, y Cantabria no fue la excepción. En un contexto de bombardeos y ataques aéreos, los habitantes de Maoño y Mompía, dos localidades del municipio de Santa Cruz de Bezana, decidieron tomar cartas en el asunto y construir refugios antiaéreos de forma artesanal. Estos refugios, excavados a mano y sin la ayuda de planos oficiales, son un testimonio del ingenio y la resiliencia de una comunidad que buscaba protegerse de la amenaza inminente que caía desde el cielo.
La construcción de estos refugios comenzó en julio de 1937, en un momento crítico para el bando republicano en el norte de España. La aviación franquista, apoyada por fuerzas italianas, había intensificado sus ataques sobre infraestructuras estratégicas, lo que generó un clima de pánico entre los civiles. Los habitantes de Maoño y Mompía, conscientes de la vulnerabilidad de su entorno, se unieron para excavar dos refugios rudimentarios que, aunque simples, ofrecían una protección vital contra esquirlas y metralla.
### La Construcción de los Refugios: Un Esfuerzo Colectivo
Los refugios antiaéreos eran estructuras sencillas, diseñadas para albergar a un pequeño grupo de personas. Con una forma de «U» o trinchera abierta, estos refugios estaban recubiertos con troncos y tierra compactada, lo que les confería cierta resistencia. En Maoño, se ubicaron cerca de un antiguo camino al cementerio, mientras que en Mompía, se construyeron junto a un viejo lavadero, un lugar de paso habitual para los vecinos.
El proceso de construcción fue un esfuerzo colectivo que involucró a hombres y mujeres de la comunidad. Utilizando herramientas agrícolas y su propia fuerza, los vecinos trabajaron en silencio, conscientes de que cualquier ruido podría atraer la atención de los aviones enemigos. Los accesos a los refugios eran discretos, camuflados entre la maleza, lo que permitía a los habitantes entrar y salir sin ser vistos.
A pesar de que los refugios nunca fueron utilizados durante un ataque directo, su existencia proporcionó un alivio psicológico a los residentes. Los relatos de aquellos que vivieron la guerra revelan que, en momentos de peligro, los niños eran enviados corriendo a los refugios mientras los adultos intentaban proteger sus cultivos o se mantenían alerta ante el sonido de los motores de los aviones.
### El Legado de los Refugios: Patrimonio y Memoria Histórica
Hoy en día, los refugios antiaéreos de Maoño y Mompía permanecen enterrados bajo tierra, en terrenos privados y sin acceso directo. Sin embargo, su importancia histórica ha sido reconocida. En 2006, un proyecto de prospección arqueológica llevado a cabo por investigadores del Gobierno de Cantabria y la Universidad de Cantabria logró cartografiar estos refugios mediante tecnología GPS. Esta iniciativa permitió incluirlos en el Inventario Etnográfico de Infraestructuras Bélicas no Monumentales, destacando su valor como patrimonio cultural.
A pesar de su estado actual, estos refugios son un símbolo de la lucha y la resistencia de una comunidad que se enfrentó a la adversidad. Representan no solo un refugio físico, sino también un espacio de memoria colectiva que narra la historia de aquellos que vivieron en tiempos de guerra. La falta de excavación y musealización de estos refugios plantea un desafío para la preservación de la memoria histórica, ya que su historia sigue siendo relevante en la actualidad.
La existencia de estos refugios antiaéreos en Cantabria nos recuerda la importancia de la historia local y la necesidad de preservar los relatos de quienes vivieron momentos difíciles. A medida que se avanza en la investigación y la conservación del patrimonio bélico, es fundamental que se reconozca el valor de estas estructuras como testigos de una época que marcó a toda una generación. La historia de los refugios de Maoño y Mompía es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la comunidad puede unirse para protegerse y sobrevivir.