El festival de Eurovisión ha sido el escenario de un intenso intercambio de acusaciones entre Irene Montero, candidata de Podemos a las elecciones generales, y Dan Poraz, encargado de negocios de Israel en España. La controversia se desató tras la participación de Israel en el concurso, donde Montero expresó su apoyo a los abucheos dirigidos hacia Yuval Raphael, el representante israelí, en un acto que ella calificó como una protesta legítima contra las acciones de Israel en Gaza.
Montero utilizó sus redes sociales para aplaudir la reacción del público hacia Raphael, quien es también una superviviente del ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. La eurodiputada se mostró orgullosa de la «tremenda pitada» que recibió el artista, en un contexto donde la situación en Gaza ha dejado más de 50,000 víctimas desde el inicio del conflicto. Su mensaje fue claro: la participación de Israel en Eurovisión no debería ser ignorada por la comunidad internacional, y los pueblos de Europa deben alzar su voz contra lo que ella considera un «Estado genocida».
La respuesta de Poraz no se hizo esperar. En un mensaje contundente, el diplomático israelí acusó a Montero de apoyar el acoso a una joven que ha sobrevivido a una masacre. En su declaración, Poraz trazó un paralelismo entre las acciones de Montero y las de Adolf Hitler, sugiriendo que la eurodiputada representa los intereses de un «Estado terrorista». Esta comparación ha generado un gran revuelo en las redes sociales, donde muchos han criticado la falta de sensibilidad en el uso de tales referencias históricas.
Montero, por su parte, no se quedó callada. En su respuesta, reafirmó su postura al calificar a Israel como un «Estado terrorista» y reiteró que las acciones del país hacia los palestinos son comparables a las atrocidades cometidas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Este intercambio de acusaciones ha puesto de manifiesto la polarización de opiniones en torno al conflicto israelí-palestino, especialmente en el contexto de eventos culturales como Eurovisión.
El festival, que se celebrará en Basilea, Suiza, ha sido objeto de críticas por su decisión de permitir la participación de Israel, lo que ha llevado a varios sectores políticos y civiles a exigir su expulsión del certamen. La situación ha sido tan tensa que incluso el ala minoritaria del Gobierno, Sumar, ha solicitado a RTVE que no emita la actuación israelí. La corporación pública ha respondido comprometiéndose a hacer al menos una mención simbólica al conflicto, aunque no ha tomado medidas más drásticas.
Las protestas contra la participación de Israel en Eurovisión han crecido en los últimos meses, reflejando un descontento generalizado con la situación en Oriente Próximo. La presión sobre la organización del festival ha llevado a debates sobre la ética de permitir que un país involucrado en un conflicto tan controvertido participe en un evento que celebra la diversidad cultural y la paz.
Este episodio no solo ha resaltado las tensiones políticas actuales, sino que también ha puesto de relieve cómo eventos culturales pueden convertirse en plataformas para el activismo político. La participación de artistas y figuras públicas en debates sobre derechos humanos y justicia social ha sido un tema recurrente en los últimos años, y Eurovisión no es la excepción.
A medida que se acerca la fecha del festival, es probable que el intercambio de acusaciones entre Montero y Poraz continúe generando reacciones tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación. La controversia ha captado la atención de muchos, y la forma en que se desarrolle este debate podría influir en la percepción pública sobre el conflicto israelí-palestino y la participación de Israel en eventos internacionales.
En un contexto donde la cultura y la política a menudo se entrelazan, el caso de Eurovisión se convierte en un microcosmos de las tensiones más amplias que existen en el mundo hoy en día. La capacidad de los artistas y políticos para utilizar plataformas como esta para expresar sus opiniones y movilizar a la opinión pública es un recordatorio de que la música y el arte pueden ser poderosos vehículos de cambio social y político.