La vida en Gaza ha cambiado drásticamente en los últimos meses, especialmente para las mujeres que enfrentan la devastación de sus hogares y la incertidumbre de un futuro incierto. A un mes del cese el fuego entre Israel y Hamás, las historias de Mona al-Harazeen y Jumana ilustran la lucha diaria por sobrevivir en medio de la destrucción y el aumento de los precios de los productos básicos.
**Destrucción y Desesperanza**
Mona al-Harazeen, una madre que ha perdido a su hijo Yazan en un ataque aéreo, ha regresado a su hogar en la Ciudad de Gaza, solo para encontrar un paisaje desolador. La ciudad, que una vez fue un hogar vibrante, ahora está llena de escombros y ruinas. «Hasta donde podía ver, no había nada sino espacios vacíos. Era una escena horrorosa», recuerda Mona, quien ha tenido que adaptarse a una nueva realidad donde los precios de los alimentos han aumentado drásticamente. Un kilo de bananos, que antes costaba tres shekels, ahora se vende por 20 shekels, y una bolsa de pan de pita ha pasado de siete a 60 shekels.
La situación es aún más complicada para Mona, quien vive con su madre y dos hermanas en un apartamento alquilado. La falta de asistencia humanitaria y la escasez de productos básicos han llevado a muchas familias a cocinar en hogueras improvisadas, ya que no pueden conseguir gas. «Nos sentamos en mantas y cojines en el piso», dice Mona, reflejando la dura realidad de su vida diaria. La inseguridad persiste, y aunque el cese el fuego ha traído un alivio temporal, el miedo sigue presente. «Todavía escuchamos disparos, cohetes y bombardeos», afirma, mientras anhela la normalidad que una vez conoció.
**Pequeños Destellos de Esperanza**
A pesar de la devastación, algunas mujeres como Jumana encuentran pequeños momentos de alegría en medio del caos. Jumana, de 26 años, vive en un apartamento que ha sobrevivido a los ataques, aunque con daños visibles. A pesar de la tragedia que la rodea, ha logrado mantener una semblanza de normalidad para sus hijas. Su hija mayor, Tulin, ha comenzado a recibir clases privadas, y la familia ha podido disfrutar de una comida en un restaurante, algo que parecía un sueño después de meses de privaciones. «Les dimos pizza, shawarma y Coca-Cola. Habían estado privadas de todo eso durante mucho tiempo», comparte Jumana, mostrando su resiliencia en tiempos difíciles.
Sin embargo, la realidad de Jumana también es sombría. La mayoría de la población de Gaza está desempleada, y los bancos permanecen cerrados, lo que complica aún más la situación económica. A pesar de que su familia puede permitirse algunos lujos, como comprar alimentos, la escasez sigue siendo un problema. «Los estantes sólo están llenos cuando el ejército israelí permite que los productos entren en el supermercado», explica, subrayando la fragilidad de su situación.
Ambas mujeres, a pesar de sus diferentes circunstancias, comparten un sentimiento de desesperanza sobre el futuro. La guerra ha dejado cicatrices profundas en la sociedad gazatí, y la reconstrucción parece un objetivo lejano. «No hay futuro para nosotros ni para nuestras niñas en Gaza. Intentamos acostumbrarnos, pero no es normal», dice Jumana, mientras planea un futuro fuera de Gaza.
La vida en Gaza, marcada por la guerra y la destrucción, continúa siendo un desafío monumental para sus habitantes. Las historias de Mona y Jumana son solo dos de las muchas que reflejan la lucha por la supervivencia en un entorno devastado. A medida que el cese el fuego se mantiene, la esperanza de un futuro mejor se enfrenta a la dura realidad de la vida cotidiana en Gaza.
