El presidente egipcio Abdelfatah Al-Sisi ha sido un personaje central en la política de Egipto desde que asumió el poder en 2013. Su gobierno ha estado marcado por un enfoque autoritario que ha generado críticas tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, su habilidad para mantener relaciones diplomáticas estables con Occidente ha sido un factor clave en su permanencia en el poder. Este artículo explora las dinámicas de su liderazgo, la represión de la disidencia y su papel en la política exterior, especialmente en el contexto de la crisis en Gaza.
### La Represión de la Disidencia en Egipto
Desde su llegada al poder, Al-Sisi ha implementado una serie de medidas represivas que han limitado severamente la libertad de expresión y el activismo político en Egipto. Según informes de diversas organizaciones de derechos humanos, el gobierno ha llevado a cabo detenciones masivas de opositores políticos, activistas y manifestantes pacíficos. En particular, las manifestaciones en solidaridad con Palestina han sido objeto de una represión brutal, con cientos de detenidos y procesados en condiciones que violan los derechos humanos básicos.
El informe anual de Human Rights Watch de 2025 destaca que, aunque algunos defensores de los derechos humanos han podido salir del país, el espacio cívico en Egipto sigue siendo extremadamente limitado. Las organizaciones independientes enfrentan un acoso constante y están sujetas a leyes que restringen su funcionamiento. Esta situación se agrava en un contexto económico crítico, donde el gobierno ha firmado acuerdos de rescate por un valor aproximado de 57.000 millones de dólares, pero la crisis económica ha afectado gravemente los derechos económicos y sociales de la población.
La represión de Al-Sisi no solo se limita a la disidencia política. También ha habido un aumento en la vigilancia y el control sobre los medios de comunicación y las plataformas digitales. La censura es común, y muchos periodistas enfrentan amenazas y arrestos por informar sobre la situación en el país. Esta estrategia de control ha permitido a Al-Sisi consolidar su poder, pero también ha generado un clima de miedo y desconfianza entre la población.
### Diplomacia y Relaciones Internacionales
A pesar de su enfoque autoritario, Al-Sisi ha logrado mantener relaciones diplomáticas sólidas con Occidente, en particular con Estados Unidos y la Unión Europea. Este apoyo se basa en la percepción de que Al-Sisi es un líder estable en una región marcada por la inestabilidad. Occidente ha preferido respaldar a un gobernante criticable pero seguro, en lugar de arriesgarse a una mayor desestabilización en Egipto, el país árabe más poblado y un actor clave en la política de Medio Oriente.
La política exterior de Al-Sisi se ha caracterizado por un pragmatismo que le ha permitido navegar en un entorno internacional complejo. Su reciente participación en la cumbre arabo-islámica en Doha, donde condenó los ataques aéreos israelíes, es un ejemplo de su habilidad para equilibrar las presiones internas y externas. A pesar de las críticas de su población hacia Israel, Al-Sisi ha mantenido relaciones diplomáticas estables con el país hebreo, lo que ha sido un pilar de la política egipcia desde el tratado de paz de 1979.
Este enfoque pragmático ha permitido a Egipto desempeñar un papel mediador en conflictos regionales, como el de Gaza. La reciente visita de los Reyes de España a Egipto, donde se discutieron temas de cooperación y desarrollo, subraya la importancia de Egipto como un socio estratégico en la región. Al-Sisi ha utilizado estas oportunidades para reforzar su imagen internacional y asegurar inversiones que son cruciales para la economía egipcia.
Sin embargo, la dependencia de Egipto de la ayuda extranjera y las inversiones occidentales plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de su modelo de gobernanza. A medida que la crisis económica se profundiza, el gobierno de Al-Sisi enfrenta el desafío de equilibrar la presión interna por reformas y la necesidad de mantener el apoyo internacional. La situación se complica aún más por la creciente insatisfacción de la población, que se siente atrapada entre la represión y la falta de oportunidades económicas.
En resumen, el liderazgo de Abdelfatah Al-Sisi en Egipto es un estudio de contrastes. Por un lado, su régimen se caracteriza por una represión sistemática de la disidencia y un control estricto sobre la sociedad civil. Por otro lado, su habilidad para mantener relaciones diplomáticas estables con Occidente y su enfoque pragmático en la política exterior le han permitido consolidar su poder. A medida que Egipto navega por un entorno interno y externo cada vez más complejo, el futuro de Al-Sisi y su régimen dependerá de su capacidad para gestionar estas tensiones y responder a las demandas de su población.