La megacapital de Irán, Teherán, enfrenta una crisis sin precedentes que amenaza la vida de sus 10 millones de habitantes. La escasez de agua y los cortes de electricidad se han convertido en una realidad cotidiana, generando un clima de frustración y desesperación entre los residentes. La situación se ha agravado por años de sequía, mala gestión de recursos y un sistema energético envejecido que no puede satisfacer la creciente demanda. En este contexto, el concepto de «día cero» se ha vuelto alarmantemente relevante, un término que se refiere al momento en que el suministro de agua se detiene por completo en ciertas áreas, obligando a las autoridades a racionar el agua y depender de fuentes externas para su distribución.
La crisis hídrica en Teherán no es solo un problema local, sino que refleja una tendencia más amplia que afecta a muchas regiones del mundo. La combinación de cambio climático, mala gobernanza y prácticas agrícolas insostenibles ha llevado a una situación en la que el agua se ha convertido en un recurso cada vez más escaso. Las autoridades han advertido que, sin una reducción significativa en el consumo, algunas áreas de la ciudad podrían enfrentar el «día cero» en cuestión de semanas. Esto significaría que el agua dejaría de fluir de los grifos y se distribuiría a través de camiones cisterna, priorizando hospitales y servicios esenciales.
### La Realidad de la Escasez de Agua
La capital iraní depende de cinco presas principales para su suministro de agua, pero los niveles en estas infraestructuras están en mínimos históricos. La presa de Lar, por ejemplo, opera a solo el 1% de su capacidad normal. Esta alarmante situación ha llevado al presidente Masoud Pezeshkian a instar a los ciudadanos a reducir su consumo de agua en al menos un 20%. Sin embargo, las cifras muestran que la demanda solo ha disminuido en un 13% en comparación con el año anterior, lo que indica que las medidas adoptadas hasta ahora no son suficientes.
La crisis no se limita a la escasez de agua; también ha desencadenado una crisis energética. La producción hidroeléctrica ha caído drásticamente debido a los embalses vacíos, y las centrales de gas no pueden satisfacer la creciente demanda de electricidad, especialmente durante los meses de verano. Los apagones de entre dos y cuatro horas se han vuelto comunes, afectando desproporcionadamente a las comunidades más vulnerables que no pueden permitirse generadores de respaldo.
La situación se complica aún más por la sobreexplotación de las aguas subterráneas. Desde la década de 1970, Irán ha estado extrayendo más agua de la que puede reponer, lo que ha llevado a un colapso en muchos acuíferos. En algunas áreas, el terreno se hunde hasta 25 centímetros al año debido a esta sobreexplotación, lo que agrava aún más la crisis hídrica.
### La Respuesta del Gobierno y la Frustración Pública
A medida que la crisis se intensifica, el gobierno iraní ha enfrentado críticas por su manejo de la situación. Aunque el ministro de Energía, Abbas Aliabadi, ha declarado que el suministro de agua potable es una prioridad, muchos ciudadanos sienten que las acciones del gobierno son insuficientes. Las protestas han estallado en varias provincias, donde los manifestantes exigen acceso a agua y electricidad como un derecho humano básico. La migración ambiental también se ha acelerado, ya que muchas familias se trasladan a Teherán en busca de mejores condiciones de vida.
La crisis ha tenido repercusiones geopolíticas, con líderes de otros países señalando la situación en Irán como un ejemplo de mala gestión de recursos. En un contexto más amplio, la crisis hídrica en Irán es un microcosmos de lo que está ocurriendo en muchas partes del mundo, donde el cambio climático y la mala gobernanza están llevando a una escasez de recursos esenciales.
La advertencia de expertos como Kaveh Madani, director del Instituto de Agua, Medio Ambiente y Salud de la Universidad de las Naciones Unidas, es clara: Irán se encuentra en una «bancarrota hídrica». Esto significa que el daño causado por la sobreexplotación y la mala gestión de recursos es irreversible en muchos aspectos. La agricultura, que consume alrededor del 90% del agua del país, se basa en prácticas de riego ineficientes que agravan aún más la crisis.
La situación en Teherán es un llamado de atención para otros países que enfrentan desafíos similares. La combinación de sequías prolongadas, mala gestión de recursos y un sistema energético ineficiente puede llevar a un colapso total si no se toman medidas urgentes. Las soluciones existen, pero requieren un compromiso político real y una inversión significativa en infraestructura y tecnología.
La crisis de agua y electricidad en Teherán es un recordatorio de que el acceso a recursos básicos no es un derecho garantizado, sino un privilegio que puede desvanecerse rápidamente si no se gestiona adecuadamente. A medida que el mundo enfrenta desafíos ambientales cada vez mayores, la experiencia de Irán puede servir como una advertencia sobre las consecuencias de la inacción y la falta de planificación a largo plazo.