En el corazón de Gaza, un edificio que aún se mantiene en pie se ha convertido en un símbolo de la resistencia y la tragedia que han marcado la vida de sus habitantes durante años de conflicto. El edificio Skeik, ubicado en un pasaje tranquilo de la calle Omar al Mukhtar, es un testimonio de la historia de una comunidad que ha sido desgarrada por la guerra. Este relato no solo refleja la destrucción física, sino también el impacto emocional y social que ha tenido en las familias que han buscado refugio en sus paredes desgastadas.
La vida en el edificio Skeik ha cambiado drásticamente desde que comenzó el conflicto. Hadeel Daban, una joven madre de 26 años, vive en el cuarto piso junto a su esposo y sus tres hijos pequeños. La familia llegó al edificio hace dos meses, después de haber sido desplazada por los ataques aéreos que devastaron su hogar original. «La gente que vivía aquí antes que nosotros se fue porque era peligroso», comenta Hadeel, quien ha tenido que adaptarse a una nueva realidad donde la seguridad es una constante preocupación. A pesar de las condiciones precarias, Hadeel siente que el edificio ofrece más protección que una tienda de campaña, aunque las paredes estén marcadas por la metralla y los recuerdos de la violencia.
La historia de Hadeel es solo una de las muchas que se entrelazan en el tejido de la vida en Gaza. La guerra ha dejado a muchas familias en un estado de constante desplazamiento, donde el hogar se ha convertido en un concepto efímero. La familia de Hadeel ha cambiado de residencia doce veces en los últimos años, un reflejo de la inestabilidad que enfrentan los gazatíes. «Cuando cargo nuestras pertenencias en un carrito, pongo a mis hijos encima y les digo que jueguen con los artículos, como los utensilios de cocina. Les digo que vamos a vivir una vida diferente, un poco alejada de la que teníamos», relata Hadeel, mostrando una resiliencia admirable en medio de la adversidad.
La situación en Gaza es aún más compleja cuando se considera el impacto emocional de la guerra. Muna Amin Shabet, una mujer de 59 años que vive en el quinto piso del edificio, comparte su experiencia de pérdida y desolación. Su hogar fue destruido, y ahora vive con su esposo, tres hijos y nietos en un espacio que no es más que un refugio temporal. «Arrasaron toda la zona de al Tuffah; no quedó ni una sola casa», dice Muna, quien ha tenido que reconstruir su vida desde cero. La escasez de recursos ha llevado a su familia a sobrevivir con lo poco que pueden encontrar, incluso moliendo pienso para palomas en tiempos de hambruna.
La guerra no solo ha destruido edificios, sino que también ha fracturado la estructura social de Gaza. Las familias que una vez vivieron juntas ahora están dispersas, buscando seguridad en diferentes partes de la Franja. Muna expresa su dolor por la separación: «Estamos dispersos. La separación es lo más duro. Nos han arrebatado la vida. He perdido la salud. Nuestro hogar se ha ido, y las personas más queridas de nuestro corazón se han ido; no nos queda nada». Esta sensación de pérdida es compartida por muchos en Gaza, donde el concepto de hogar ha sido despojado de su significado original.
La historia de Shawkat al Ansari, un residente del primer piso del edificio Skeik, también ilustra el impacto devastador de la guerra. Originario de Beit Lahia, ahora arrasada, Shawkat vive con su esposa y sus siete hijos en condiciones precarias. La desaparición de su hermano, quien salió a buscar harina y nunca regresó, ha dejado a la familia en un estado de incertidumbre y angustia. «El constante movimiento de personas que se desplazan en busca de comida, seguridad o refugio ha dificultado mantener unidas a las familias», explica Shawkat, quien añora los días en que su familia vivía en paz.
A medida que las familias continúan enfrentando la realidad de la guerra, el edificio Skeik se ha convertido en un símbolo de la lucha por la supervivencia. La ONU ha informado que el 90% de los edificios residenciales en Gaza han sido dañados o destruidos, lo que ha llevado a un aumento en el número de personas desplazadas. Sin embargo, a pesar de la devastación, la esperanza persiste. Las familias que se encuentran en el edificio Skeik comparten momentos de alegría y resiliencia, creando un sentido de comunidad en medio del caos.
El futuro de Gaza sigue siendo incierto, pero las historias de Hadeel, Muna y Shawkat son un recordatorio de la fortaleza humana frente a la adversidad. A medida que las negociaciones para un alto el fuego continúan, la posibilidad de reconstrucción y sanación se vislumbra en el horizonte. Sin embargo, el camino hacia la paz será largo y lleno de desafíos. La guerra ha borrado el camino al pasado, pero las historias de aquellos que han sobrevivido son un testimonio de la resistencia y la esperanza que aún arde en el corazón de Gaza.