La central nuclear de Lemóniz, situada en la costa de Vizcaya, es un monumento a la ambición y la controversia que rodeó la energía nuclear en España durante el siglo XX. Concebida en la década de 1970, la planta fue parte de un ambicioso plan del régimen de Franco para satisfacer la creciente demanda energética del país. Sin embargo, a pesar de la inversión de miles de millones de pesetas y de estar casi lista para entrar en funcionamiento, la central nunca llegó a operar. Hoy, sus estructuras de hormigón se alzan como un recordatorio de un pasado tumultuoso y de un futuro incierto.
La historia de Lemóniz comienza en un contexto de aislamiento internacional y necesidad energética. En 1959, el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower visitó a Franco, lo que marcó el inicio de una relación que permitiría a España acceder a tecnología nuclear. La construcción de la primera central nuclear en Almonacid de Zorita en 1968 fue el primer paso hacia un futuro nuclear que el gobierno franquista consideraba inevitable. Con la creciente demanda de energía y el agotamiento de las fuentes hidráulicas, la construcción de centrales nucleares se convirtió en una prioridad.
### La Resistencia y el Movimiento Antinuclear
A medida que avanzaban las obras de la central de Lemóniz, también crecía la oposición. La muerte de Franco en 1975 y el inicio de la Transición a la democracia en España dieron lugar a un resurgimiento de movimientos sociales que exigían la paralización de la planta. La oposición no solo provenía de grupos ecologistas, sino también de una amplia coalición de ciudadanos, trabajadores y artistas que veían en la central una amenaza para el medio ambiente y la seguridad.
El conflicto se intensificó con la aparición de ETA, que llevó a cabo una serie de atentados para presionar al gobierno a abandonar el proyecto. En 1978, una explosión en el sitio de construcción mató a dos trabajadores, un evento que marcó un punto de inflexión en la percepción pública de la central. La violencia y el miedo se entrelazaron con el debate sobre la energía nuclear, creando un clima de tensión que culminó en la decisión del gobierno socialista de Felipe González de detener la construcción de nuevas centrales nucleares en 1984.
La central de Lemóniz, que había sido concebida como un símbolo del progreso, se convirtió en un emblema de la resistencia social. Las manifestaciones en su contra se multiplicaron, y figuras destacadas de la cultura vasca, como el cineasta Imanol Uribe, se unieron a la causa. La oposición a la central no solo era un rechazo a la energía nuclear, sino también una lucha por la identidad y la autodeterminación del pueblo vasco.
### El Futuro de Lemóniz: Un Espacio en el Limbo
Hoy, la central de Lemóniz permanece en un estado de abandono, sus estructuras deteriorándose con el paso del tiempo. A pesar de que el gobierno español transfirió la propiedad de la planta al gobierno autónomo vasco en 2019, no se ha tomado una decisión definitiva sobre su futuro. La comunidad local, que ha vivido con el legado de la central durante más de cuatro décadas, se enfrenta a un dilema: ¿qué hacer con un lugar que simboliza tanto la ambición como el conflicto?
Existen propuestas para revitalizar el área, desde convertirla en una piscifactoría hasta desarrollar un espacio cultural que honre la historia de la región. Sin embargo, la falta de consenso entre los vecinos y las autoridades sobre el uso del terreno refleja la carga emocional que la central representa. El alcalde de Lemóniz, Jesus Mari Azurmendi, ha expresado la necesidad de un proceso participativo que involucre a toda la sociedad vasca en la toma de decisiones sobre el futuro de la planta.
Valentín Elórtegui, un vecino que creció en la zona, ha abogado por la recuperación de la central como patrimonio cultural. Organiza anualmente una romería que recuerda la antigua cala de Basordas, un lugar que fue sepultado por la construcción de la planta. La arquitecta Carmen Abad, quien también se opuso a la central en su juventud, ha propuesto un proyecto de rehabilitación que mantendría los edificios de los reactores y transformaría el área en un espacio público para el disfrute de la comunidad.
La central de Lemóniz, con su historia de ambición, resistencia y conflicto, sigue siendo un tema de debate en la sociedad española. A medida que el país avanza hacia un futuro más sostenible y menos dependiente de la energía nuclear, la pregunta sobre qué hacer con este legado permanece sin respuesta. La historia de Lemóniz es, en última instancia, una reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro de la energía en España, así como sobre la capacidad de la sociedad para reconciliarse con su historia.