La reciente apertura de un refugio climático en Granada, destinado exclusivamente a hombres sin hogar, ha suscitado una ola de críticas y cuestionamientos sobre la política social del Ayuntamiento y su colaboración con el Arzobispado. Este refugio, que se presenta como una solución ante las altas temperaturas del verano, ha sido calificado por muchos como un acto de discriminación que ignora las necesidades de las mujeres y otros grupos vulnerables. En este artículo, exploraremos las implicaciones de esta decisión y el contexto social que la rodea.
### Un Refugio que Excluye
La decisión de abrir un refugio solo para hombres ha sido justificada por el Ayuntamiento bajo argumentos de logística y seguridad. Sin embargo, esta medida ha sido recibida con indignación por diversas organizaciones y colectivos que defienden los derechos de las personas sin hogar. La exclusión de las mujeres de este espacio no solo es una falta de consideración hacia sus necesidades, sino que también refleja una visión limitada y arcaica sobre la pobreza y la asistencia social.
El cartel que anuncia el refugio, firmado por una fundación vinculada al Arzobispado, deja claro que las 40 plazas disponibles son exclusivamente para hombres. Esta decisión ha llevado a muchos a preguntarse qué papel juega la Iglesia en la gestión de recursos municipales y cómo se permite que una institución religiosa imponga criterios de exclusión en un servicio que debería ser inclusivo y accesible para todos.
La crítica se intensifica al considerar que, en una ciudad donde varias personas sin hogar han perdido la vida en las calles, la respuesta del Ayuntamiento ha sido crear un espacio que no aborda la realidad compleja de la pobreza. En lugar de ofrecer soluciones integrales que incluyan a todos los grupos, se opta por una medida que perpetúa la desigualdad y la invisibilidad de las mujeres en situaciones de vulnerabilidad.
### La Política Social en Granada: Un Enfoque Superficial
La política social en Granada ha sido objeto de críticas por su enfoque superficial y estético. En lugar de abordar las causas profundas de la pobreza y la exclusión social, el Ayuntamiento parece más interesado en mantener una imagen pulcra y ordenada del centro de la ciudad. Este enfoque se traduce en decisiones que buscan «gestionar» la pobreza, en lugar de erradicarla.
La apertura del refugio solo para hombres es un ejemplo claro de esta tendencia. En lugar de crear un espacio que atienda las necesidades de todas las personas sin hogar, se opta por una solución que evita confrontar la realidad de la pobreza. La alcaldesa, que ha sido criticada por su falta de visibilidad ante las demandas de colectivos como La Calle Mata, parece más interesada en la estética urbana que en la dignidad de las personas que viven en la calle.
Este tipo de decisiones no solo ignoran las necesidades de las mujeres sin hogar, sino que también desatienden a personas trans y a aquellos que no encajan en el modelo tradicional de asistencia. La política social se convierte en un ejercicio de exclusión, donde las personas son clasificadas y tratadas de acuerdo a criterios que no consideran su humanidad ni su dignidad.
La situación se agrava al observar que, en lugar de ofrecer soluciones efectivas, el Ayuntamiento se limita a crear espacios que no alteren la imagen del centro histórico. La pobreza se convierte en un problema que se gestiona, se oculta y se filtra, en lugar de ser abordado de manera directa y compasiva. La idea de que la miseria puede ser «decorativa» es un reflejo de una política que prioriza la estética sobre la ética.
En este contexto, es fundamental cuestionar las decisiones que se toman en nombre de la asistencia social. La exclusión de las mujeres del refugio climático no es solo una cuestión de género, sino que también plantea interrogantes sobre la responsabilidad del Ayuntamiento y del Arzobispado en la creación de un entorno que debería ser seguro y accesible para todos.
La falta de un enfoque inclusivo en la política social de Granada es un reflejo de una visión más amplia sobre cómo se percibe la pobreza y la asistencia. En lugar de trabajar hacia una solución que contemple las diversas realidades de las personas sin hogar, se opta por medidas que perpetúan la exclusión y la invisibilidad. La política social se convierte en un mero trámite, donde las decisiones se toman sin considerar las voces de aquellos a quienes se supone que se está ayudando.
La apertura de un refugio solo para hombres en Granada es un claro ejemplo de cómo la política social puede fallar en su misión de proteger y dignificar a las personas más vulnerables. En lugar de ofrecer un espacio seguro y acogedor para todos, se crea un sistema que discrimina y excluye, perpetuando así las desigualdades existentes. La necesidad de un cambio en la forma en que se aborda la pobreza y la asistencia social es más urgente que nunca, y es fundamental que se escuchen las voces de aquellos que realmente conocen la realidad de vivir sin hogar.