Granada, 10 de julio de 2025. En el imaginario colectivo andaluz, existe la idea de una comunidad unida y solidaria, construida sobre los cimientos de la solidaridad territorial. Sin embargo, esta percepción se ha visto desafiada por una realidad que se asemeja más a una pesadilla administrativa que a un cuento de hadas. La Junta de Andalucía, en su tendencia recentralizadora, ha comenzado a provocar un desequilibrio territorial que afecta gravemente a provincias como Granada, Córdoba, Jaén, Almería y Huelva. Este artículo explora las implicaciones de esta situación y cómo se manifiestan en la vida cotidiana de los ciudadanos.
La Junta de Andalucía ha sido acusada de favorecer a Sevilla y Málaga en detrimento de otras provincias, lo que ha generado un creciente malestar en el resto del territorio. Este favoritismo no es solo un agravio local, sino que se percibe como una traición a los principios de cohesión territorial que deberían regir la autonomía andaluza. Las decisiones tomadas desde la Junta, que se presentan como un avance hacia la descentralización, han resultado ser un centralismo disfrazado que ignora las necesidades y aspiraciones de las provincias menos favorecidas.
### El Desmantelamiento de Instituciones en Granada
Tomemos como ejemplo la situación de Granada, que alguna vez fue un faro cultural y científico. Hoy, la provincia se siente como una colonia interior, útil solo para nutrir a los grandes centros de poder andaluz. La Escuela Andaluza de Salud Pública ha sido desmantelada bajo el pretexto de una «integración» en el Instituto Andaluz de Salud, que se gestiona desde Sevilla. Este tipo de decisiones no solo afectan a la infraestructura, sino que también desangran la capacidad de Granada para ser un centro de innovación y desarrollo.
El Parque de las Ciencias, un referente internacional, ha sufrido recortes significativos en su financiación, lo que ha llevado al cese de su equipo fundacional. Mientras tanto, se planean nuevas inversiones en Málaga, lo que refuerza la percepción de que la Junta prioriza a ciertas provincias sobre otras. El Centro de Documentación Musical de Andalucía, que juega un papel crucial en la conservación del patrimonio sonoro andaluz, ha sido igualmente afectado por recortes presupuestarios.
La Universidad de Granada, que debería ser un bastión del conocimiento y la educación superior, ha visto cómo se le niegan grados y titulaciones, mientras que nuevas universidades en Málaga y Sevilla florecen con ofertas académicas que no siempre cumplen con los estándares de calidad necesarios. Esta situación no solo afecta a los estudiantes locales, sino que también contribuye a la fuga de talento, ya que muchos jóvenes se ven obligados a buscar oportunidades fuera de su provincia.
### La Desafección hacia el Concepto de Autonomía
El creciente malestar en provincias como Granada no es simplemente un berrinche localista. Se trata de una desafección profunda hacia el concepto de autonomía andaluza, que se percibe cada vez más como una estafa. La estructura que se pensó para redistribuir oportunidades ha terminado por redistribuir privilegios, favoreciendo a Sevilla y Málaga mientras que el resto de las provincias se siente abandonado.
La situación se agrava cuando se observa cómo se gestionan los recursos culturales y patrimoniales. La Alhambra y Sierra Nevada, joyas de la herencia andaluza, son administradas desde despachos en Sevilla, a pesar de estar físicamente alejadas de la capital andaluza. Este tipo de gestión centralizada no solo es ineficaz, sino que también alimenta el resentimiento entre las provincias que sienten que su identidad y patrimonio están siendo ignorados.
Un ejemplo claro de esta disparidad es el tratamiento financiero que reciben las orquestas de las diferentes provincias. La Orquesta Ciudad de Granada recibe tres veces menos que la de Sevilla y la mitad de lo que se destina a la orquesta de Málaga. Esta falta de inversión en la cultura y las artes no solo afecta a los artistas locales, sino que también empobrece la oferta cultural de la región en su conjunto.
La reciente decisión de la Junta de conceder 300.000 euros al Consorcio Lorca, en comparación con los 4,3 millones destinados a la Fundación Picasso, es otro ejemplo de cómo se perpetúa esta desigualdad. Estas decisiones no solo son un reflejo de la política de favoritismo, sino que también socavan la confianza de los ciudadanos en sus instituciones.
La Junta de Andalucía, gobernada por el mismo partido que en el pasado prometió descentralizar y devolver el control a las provincias, ha traicionado esas promesas. Lo que se presentó como un avance hacia la autonomía ha resultado ser un centralismo que beneficia a unos pocos a expensas de muchos. La pregunta que surge es: ¿hasta cuándo podrá mantenerse este modelo sin romper la cohesión territorial? ¿Cuánto más podrá resistir el andalucismo como proyecto común si se alimenta exclusivamente de agravios hacia seis provincias y beneficios solo para dos?
La idea de una Andalucía como «realidad nacional» se ha vuelto cada vez más cuestionable. Si la autonomía se reduce a ser una franquicia de poder a dos bandas, es necesario replantear el modelo de relación entre las provincias y la Junta. La comunidad autónoma debería ser un espacio de oportunidades para todos, no un club exclusivo para unos pocos. La falta de respeto hacia las provincias que no son Sevilla o Málaga es un problema que necesita ser abordado con urgencia. La Junta debe escuchar las demandas de todos los andaluces y trabajar para construir una comunidad más equitativa y solidaria.