La inteligencia artificial (IA) está destinada a convertirse en un componente esencial de los negocios y la vida cotidiana para el año 2035, similar a la importancia que tiene hoy el Wi-Fi. A medida que se superan desafíos como el consumo energético y la escasez de chips, la tecnología se ha establecido como un motor clave para diversas industrias, abordando problemas operativos, de negocio y sostenibilidad. En este contexto, los centros de datos neutros en carbono se perfilan como una realidad inminente. Estos centros, impulsados por energías renovables y optimizados mediante IA, serán fundamentales para integrar esta tecnología en los procesos empresariales.
La adopción de la IA está en aumento, con una de cada tres empresas españolas que ya la utiliza para la toma de decisiones eficientes, según una encuesta reciente. Para 2035, se espera que la IA no solo sea una inversión deseable, sino una necesidad imperante. Su integración en la toma de decisiones promete mejorar la productividad, enriquecer la experiencia del cliente y generar nuevas fuentes de ingresos. Los grandes modelos lingüísticos (LLM) se especializarán en resolver problemas específicos de cada sector, siendo especialmente relevantes en áreas como la sanidad, las finanzas y la industria. La gestión de la cadena de suministro, transformada por el análisis predictivo de IA, se volverá más resiliente y proactiva ante interrupciones, como las que se vivieron durante la pandemia de Covid-19. En el ámbito sanitario, las herramientas diagnósticas impulsadas por IA permitirán detectar enfermedades con mayor precisión y rapidez.
Sin embargo, esta madurez en el uso de la IA también traerá consigo nuevos desafíos. Actualmente, solo el 11% de las empresas que desarrollan proyectos de IA en España cuentan con guías de trabajo y principios éticos establecidos. Las organizaciones deberán encontrar un equilibrio entre las capacidades de la IA y los marcos éticos que aborden cuestiones como la privacidad de datos, el sesgo algorítmico y el desplazamiento laboral. Las empresas que logren alinear la innovación con la responsabilidad serán las que se destaquen en este nuevo panorama.
La transición hacia centros de datos sostenibles representa uno de los hitos más significativos de la próxima década. La IA jugará un papel crucial en la optimización del uso de energías como el hidrógeno, la geotermia y la solar, lo que permitirá reducir drásticamente la huella ambiental. Este cambio no solo cumplirá con los objetivos de reducción de emisiones, sino que también demostrará que la sostenibilidad y la rentabilidad pueden coexistir. En este sentido, la sostenibilidad dejará de ser una tendencia pasajera para convertirse en un imperativo empresarial. Los consumidores, inversores y reguladores exigirán responsabilidad, y las empresas deberán responder con estrategias que se alineen con objetivos medioambientales, sociales y de gobernanza.
Los modelos de economía circular se convertirán en la norma, donde los productos serán diseñados para facilitar el reciclaje o la reutilización de sus componentes. La IA será una herramienta clave para identificar ineficiencias y sugerir mejoras en este proceso. Las cadenas de suministro se volverán más eficientes, reduciendo residuos y aumentando el uso de recursos renovables. Las empresas que prioricen la sostenibilidad no solo cumplirán con las normativas, sino que también fortalecerán su marca. Estudios han demostrado que las organizaciones con prácticas sólidas en materia de medio ambiente, sociedad y gobernanza (ESG) superan consistentemente a sus competidores, lo que resalta el valor real de la sostenibilidad en las operaciones empresariales.
En la era de la IA, las asociaciones estratégicas se convertirán en motores clave de innovación y crecimiento. Actualmente, el 65% de las empresas españolas colabora con socios para enfrentar sus desafíos tecnológicos y empresariales. En el futuro, se anticipa que las alianzas entre desarrolladores de IA y proveedores de nube permitirán crear soluciones escalables, mientras que las colaboraciones con organismos reguladores facilitarán el cumplimiento normativo. Para 2035, estos ecosistemas de socios no solo serán redes de apoyo, sino que se integrarán en las estrategias empresariales, permitiendo la creación de valor que ninguna organización podría alcanzar por sí sola.
Mientras la IA acapara la atención en la actualidad, la computación cuántica podría marcar el inicio de una nueva era de avances tecnológicos para 2035. Esta tecnología tiene el potencial de resolver problemas que actualmente superan las capacidades de los ordenadores clásicos, con aplicaciones que van desde el descubrimiento de fármacos hasta la criptografía. Además, se prevé que los avances en bioingeniería, interfaces cerebro-ordenador y tecnologías espaciales redefinan lo que es posible. Las organizaciones ágiles que anticipen estas tendencias emergentes y adapten sus estrategias serán las que prosperen en el futuro.
En la próxima década, se espera que los marcos regulatorios en torno a la IA se racionalicen, ofreciendo pautas claras que permitan innovar de manera responsable. La creación de normas globales unificadas facilitará la expansión empresarial sin las barreras del cumplimiento normativo. Esta claridad fortalecerá la confianza en las asociaciones y protegerá los derechos de los consumidores. Las empresas que colaboren activamente en la formulación de estos marcos estarán mejor posicionadas para el éxito.
El camino hacia 2035 estará repleto de desafíos y logros. Desde la evolución de la IA hasta la adopción de centros de datos sostenibles, los avances reflejan la capacidad humana para innovar y adaptarse. Sin embargo, este viaje apenas comienza. Con nuevas tecnologías en el horizonte, las empresas deben comprometerse con la sostenibilidad, la colaboración y la agilidad. El año 2035 no solo será un hito, sino que deberá marcar el inicio de un futuro aún más prometedor. El futuro pertenece a quienes se atrevan a pensar más allá y persigan con audacia lo que está por venir.