En el contexto actual, donde la percepción de la desigualdad económica parece estar en su punto más alto, es fundamental analizar los datos y las narrativas que rodean este fenómeno. Según un reciente informe de una consultora de renombre, en 2024, aproximadamente 1.000 personas se convirtieron en millonarias cada día en Estados Unidos. Este crecimiento en el número de millonarios, que se ha cuadruplicado desde el año 2000, ha llevado a la creación de una nueva clase de individuos conocidos como ‘Emilli’s’ o ‘Everyday Millionaires’, quienes poseen fortunas que oscilan entre 1 y 5 millones de dólares. A nivel global, se estima que hay alrededor de 52 millones de estas personas, acumulando una riqueza total de aproximadamente 107 billones de dólares. Este aumento en la riqueza de los millonarios contrasta con la creciente percepción de desigualdad, lo que plantea preguntas sobre la verdadera naturaleza de la distribución de la riqueza en nuestras sociedades.
La narrativa predominante sugiere que la brecha entre los más ricos y los más pobres está aumentando, alimentada por el crecimiento exponencial de las fortunas de los multimillonarios, especialmente en el sector tecnológico. Sin embargo, algunos economistas, como Daniel Waldenström, argumentan que esta percepción es engañosa. En su libro ‘Ricos y más iguales: una nueva historia de la riqueza en Occidente’, Waldenström sostiene que, aunque existen diferencias significativas en la riqueza, los indicadores de bienestar general han mejorado notablemente en las sociedades occidentales. La esperanza de vida, el acceso a la educación y la calidad de vida en general han experimentado avances significativos, lo que sugiere que el siglo XXI podría ser más igualitario de lo que muchos creen.
### La Escalera Mecánica del Crecimiento Económico
Waldenström utiliza la metáfora de una escalera mecánica para describir el crecimiento económico. En este modelo, todos los que están en la escalera se benefician del crecimiento, aunque algunos grupos, como aquellos en países en conflicto o bajo regímenes dictatoriales, no logran avanzar. A pesar de que la brecha entre los más ricos y los más pobres puede estar aumentando, la buena noticia es que la pobreza extrema está disminuyendo a nivel global. Según datos del Banco Mundial, las tasas de pobreza se han reducido a la mitad en los últimos 20 años. Esto indica que, aunque las desigualdades pueden estar presentes, el progreso económico está beneficiando a un número creciente de personas en todo el mundo.
Sin embargo, es innegable que en Estados Unidos, la participación del percentil más rico en la riqueza total ha aumentado considerablemente desde 1980, pasando de poco más del 20% a entre el 35% y el 40%. Este fenómeno ha generado preocupación sobre la creciente desigualdad, especialmente en comparación con otras regiones como Europa Occidental, donde la proporción de riqueza de los más ricos se ha mantenido relativamente estable. La interpretación de estos datos es crucial; mientras que algunos ven un signo de desigualdad creciente, otros argumentan que el aumento de la riqueza de los emprendedores exitosos también ha beneficiado a la clase media, que ha visto un aumento en su propia riqueza durante este período.
### La Importancia de los Indicadores de Bienestar
Waldenström enfatiza la necesidad de considerar indicadores más amplios que los ingresos brutos para evaluar la desigualdad. Los ingresos antes de impuestos son una medida limitada de la productividad y no reflejan el verdadero bienestar de los ciudadanos. En cambio, los ingresos después de impuestos y las transferencias gubernamentales ofrecen una visión más completa de la calidad de vida. Los servicios públicos, como la educación y la atención médica, juegan un papel crucial en la redistribución de la riqueza y el bienestar general de la población. En muchos países, estos servicios son financiados por impuestos y son esenciales para mejorar la calidad de vida de los hogares de bajos ingresos.
Además, Waldenström argumenta que la creciente desigualdad no es necesariamente un problema en sí misma, siempre que las condiciones de vida de la población en general mejoren. La riqueza de los individuos más exitosos puede contribuir al crecimiento económico, generando empleos y oportunidades para otros. Sin embargo, es fundamental que los sistemas fiscales y de crédito sean accesibles para que todos, independientemente de su nivel de riqueza, puedan acceder a oportunidades de educación y empleo.
La narrativa sobre la desigualdad a menudo se polariza, con grupos de diferentes ideologías políticas interpretando los datos de manera que respalda sus agendas. Aquellos en el espectro de centro-izquierda tienden a enfatizar la desigualdad como un problema crítico, mientras que los de centro-derecha pueden ignorar el tema por completo. Esta falta de un diálogo equilibrado puede llevar a soluciones ineficaces que no abordan las verdaderas causas de la desigualdad.
Waldenström aboga por un enfoque que se centre en mejorar las oportunidades para aquellos que están en desventaja, en lugar de desestabilizar a los que ya han tenido éxito. La educación de calidad y accesible es fundamental para lograr una mayor igualdad de oportunidades, y es esencial que se implementen políticas que fomenten la movilidad social. La idea es que, si se quiere lograr una sociedad más equitativa, es necesario invertir en aquellos que tienen menos recursos, en lugar de castigar a los que han tenido éxito.
En resumen, la discusión sobre la desigualdad económica es compleja y multifacética. Mientras que algunos datos sugieren que la brecha entre ricos y pobres está aumentando, otros indicadores muestran que el bienestar general de la población ha mejorado. La clave está en encontrar un equilibrio entre reconocer las desigualdades existentes y celebrar los avances logrados en términos de calidad de vida y bienestar social. La narrativa sobre la desigualdad debe ser matizada y basada en datos, en lugar de ser impulsada por ideologías políticas. Solo así se podrán desarrollar soluciones efectivas que beneficien a toda la sociedad.