La reciente escalada de violencia entre Irán e Israel ha llevado a la región de Oriente Medio a un punto crítico. La denominada ‘guerra de los 12 días’, que comenzó tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, ha marcado un antes y un después en las relaciones entre estos dos países, que han mantenido una enemistad histórica desde la Revolución Islámica de 1979. A pesar de que ambos países han estado involucrados en una guerra encubierta durante décadas, este conflicto directo ha desestabilizado aún más la ya frágil paz en la región.
La guerra ha sido precedida por una serie de eventos que han escalado la tensión. En abril de 2024, Irán lanzó un ataque directo contra Israel en respuesta a un bombardeo israelí que resultó en la muerte de altos mandos de la Guardia Revolucionaria Islámica. Este ataque fue un punto de inflexión, ya que marcó la primera vez que Irán atacó directamente el territorio israelí. La respuesta de Israel no se hizo esperar, y ambos países intercambiaron bombardeos, estableciendo un nuevo y peligroso precedente.
A lo largo de los meses siguientes, la situación continuó deteriorándose. En octubre de 2024, Irán lanzó 181 misiles balísticos hacia Israel en represalia por el asesinato de Ismail Haniya, líder de Hamás. Aunque Israel no reconoció su implicación en el ataque, el régimen iraní asumió que los servicios de inteligencia israelíes estaban detrás de la muerte de Haniya. Este ciclo de violencia se intensificó aún más con la muerte de Hasan Nasralá, líder de Hezbolá, en un ataque israelí en Beirut, lo que llevó a Irán a responder con otro ataque directo a Israel.
La escalada culminó en junio de 2025, cuando Israel lanzó la ‘Operación León Ascendente’, un ataque sorpresa contra instalaciones nucleares iraníes. Este ataque fue justificado por Israel como un intento de desmantelar el programa nuclear de Irán, pero resultó en la muerte de cientos de personas en ambos lados. La intervención de Estados Unidos en este conflicto, bombardeando instalaciones nucleares iraníes, añadió una nueva dimensión a la crisis, llevando a Irán a realizar un ataque controlado contra una base aérea estadounidense en Qatar.
A pesar de la fragilidad de la tregua que se estableció posteriormente, ambos países han continuado acusándose mutuamente de violar el alto el fuego. La situación actual plantea interrogantes sobre el futuro de la relación entre Irán e Israel y sobre cómo podría desarrollarse el conflicto en el contexto de la guerra en Gaza, que sigue abierta. La comunidad internacional observa con preocupación, ya que cualquier escalada adicional podría tener repercusiones devastadoras no solo para la región, sino para el mundo entero.
La complejidad de las relaciones entre Irán e Israel se ve agravada por la intervención de actores externos, como Estados Unidos, que ha tomado partido en el conflicto. La administración estadounidense ha mostrado un interés particular en debilitar el programa nuclear iraní, lo que ha llevado a una serie de ataques y represalias que han intensificado la violencia. La estrategia de disuasión de Estados Unidos ha sido cuestionada, ya que la intervención militar ha generado más tensiones en lugar de resolver el conflicto.
La guerra de los 12 días ha dejado un saldo trágico, con más de 600 iraníes y 28 israelíes muertos. La pérdida de vidas humanas y la destrucción de infraestructuras críticas han llevado a un llamado urgente a la paz y la diplomacia. Sin embargo, la desconfianza entre ambos países es profunda, y la posibilidad de un diálogo constructivo parece lejana. La comunidad internacional debe actuar con rapidez para evitar que la situación se convierta en un conflicto a gran escala que podría arrastrar a otros países de la región.
En este contexto, la pregunta que muchos se hacen es: ¿hasta dónde están dispuestos a llegar Irán e Israel en su enfrentamiento? La historia reciente sugiere que ambos países están dispuestos a llevar su rivalidad al límite, lo que podría tener consecuencias catastróficas. La necesidad de un enfoque diplomático y de mediación es más urgente que nunca, ya que la paz en Oriente Medio depende de la capacidad de estos dos actores de encontrar un terreno común y evitar una nueva escalada de violencia.