En el corazón de los Valles Pasiegos, Selaya es un pueblo que guarda historias de fe y misterio. Este lugar, rodeado de montañas y con un aire de tranquilidad, fue testigo de un suceso que marcó a sus habitantes para siempre: la desaparición y posterior reaparición de la Virgen del Carmen, una imagen venerada que simbolizaba la protección y la esperanza de la comunidad. La historia comienza en la madrugada del 14 de julio de 1926, cuando los vecinos de Selaya se dieron cuenta de que algo extraño había ocurrido en la iglesia de Santa María de Cayón. Al entrar, encontraron el altar mayor vacío; la Virgen del Carmen había desaparecido sin dejar rastro. Este hecho no solo fue un robo, sino un golpe al alma del pueblo, que se unió en una búsqueda desesperada por recuperar a su madre espiritual.
La noticia de la desaparición se propagó rápidamente, y la comunidad se movilizó. Se organizaron vigilias, misas y rogativas, mientras que la Guardia Civil y los curas locales intentaban encontrar pistas. Sin embargo, la imagen parecía haberse esfumado. Durante cuatro años, el altar permaneció vacío, pero la fe de los habitantes de Selaya no flaqueó. Cada semana, un ramo de flores frescas adornaba el altar, como símbolo de la esperanza de que la Virgen regresaría. La cofradía del Carmen se negó a encargar una nueva talla, convencidos de que su protectora volvería algún día. Los ancianos del pueblo repetían con confianza: “La Virgen volverá; ella sabe dónde está”.
Finalmente, en el verano de 1930, la historia dio un giro inesperado. Un grupo de jóvenes que exploraba Peña Cabarga descubrió una pequeña cueva oculta entre las rocas. Intrigados, decidieron entrar y, para su asombro, encontraron una figura envuelta en mantas: era la Virgen del Carmen, intacta y cubierta de polvo, pero sin daños. Junto a ella, había una vela derretida, restos de pan seco y una cruz de ramas, lo que sugería que el lugar había sido utilizado como un espacio de culto. La noticia de su hallazgo se propagó rápidamente, y los habitantes de Selaya organizaron una procesión improvisada para llevar a la Virgen de regreso a su iglesia. La emoción era palpable; los campanarios sonaron durante horas y la comunidad celebró el regreso de su símbolo de fe.
La pregunta que quedó en el aire fue: ¿quién había escondido la imagen y por qué? Las teorías eran diversas. Algunos hablaban de un ermitaño que había querido protegerla de un peligro inminente, mientras que otros mencionaban a una penitente que había sentido un mandato divino. Sin embargo, la verdad nunca se supo, y el pueblo decidió no indagar más. Lo importante era que la Virgen había regresado, como si hubiera elegido el momento perfecto para volver. Desde entonces, cada año, durante las fiestas del Carmen, Selaya recuerda con emoción aquel episodio que unió a la comunidad en la fe y la esperanza.
La Virgen del Carmen, restaurada con esmero, sigue ocupando su lugar en la iglesia, donde los fieles continúan rindiéndole homenaje. La historia de su desaparición y regreso se ha convertido en una leyenda que se transmite de generación en generación, un recordatorio del poder de la fe y la unidad en tiempos de adversidad. Selaya, con su aire nostálgico y su rica tradición, continúa siendo un lugar donde las leyendas cobran vida, y donde la Virgen del Carmen sigue siendo la madre protectora de un pueblo que nunca dejó de creer en su regreso.
La historia de la Virgen del Carmen no solo es un relato de fe, sino también un reflejo de la cultura y la identidad de los Valles Pasiegos. En un mundo donde la inmediatez y la tecnología dominan, esta leyenda nos recuerda la importancia de las tradiciones y la conexión con nuestras raíces. La comunidad de Selaya ha sabido mantener viva la memoria de su Virgen, convirtiendo su historia en un símbolo de esperanza y resiliencia. Cada año, las festividades en honor a la Virgen del Carmen atraen a visitantes que desean conocer más sobre esta fascinante historia, así como disfrutar de la belleza natural de los Valles Pasiegos. La combinación de fe, historia y naturaleza hace de Selaya un destino único en Cantabria, donde cada rincón cuenta una historia y cada celebración es una oportunidad para recordar el milagro de la Virgen del Carmen.